Inauguración Año Académico 2000
Desarrollo y Ocaso de un Régimen de Gobierno

Es una obligación estudiar el pasado hasta llegar a tener un conocimiento más o menos cierto de él, planteó René Millar Carvacho al comenzar la conferencia "Desarrollo y Ocaso de un Régimen de Gobierno. 1925-1973", que dictó en el Acto Inaugural del Año Académico de Alborada.

"En la medida que seamos capaces de descubrirlo en sus complejidades, de reflexionar sobre él y asumirlo, con sus luces y sombras, estaremos en condiciones de superar las dificultades y odiosidades vividas", señaló el decano de la Facultad de Historia, Geografía y Ciencias Políticas de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

El análisis partió con la crisis del sistema parlamentario durante el gobierno de Arturo Alessandri. El modelo criollo carecía de instrumentos que evitaran conflictos entre el poder ejecutivo y el legislativo.

Para que el sistema funcionara se debía transar y se estableció un presidencialismo exacerbado. La Constitución de 1925 otorgaba al poder ejecutivo amplias atribuciones en materia legislativa y al congreso se le restaban varias que tenía y no contemplaba soluciones institucionales a los conflictos que surgieran entre ambos poderes. "Las dificultades se planteaban cuando el ejecutivo no disponía de mayoría en el Congreso. En esos casos, la acción del gobierno se veía dificultada y podía llegar a darse un conflicto social de no fácil salida".

Además, las elecciones presidenciales no coincidían con las parlamentarias. Era normal fue que el Presidente estuviese en minoría en una o ambas cámaras. "Si ese fenómeno lo relacionamos con el hecho de que el régimen de gobierno no contempla una salida constitucional expedita, tenemos los elementos básicos de una crisis inmanejable", destacó Millar.

En la década del treinta comenzaron los cambios en el sistema de partidos. Tras la caída de Ibáñez, se desarrollaron las colectividades marxistas. Los partidos Comunista y Socialista ocuparon uno de los extremos. ''Los partidos de izquierda no tenían nada en común con los de derecha y trataban de reemplazar el capitalismo y la democracia burguesa, que aquellos defendían".

Se produjo una polarización muy profunda que provocaba un serio peligro para la estabilidad del régimen.

En el funcionamiento del nuevo régimen, el Partido Radical desempeñó un papel estabilizador, ya que estuvo siempre dispuesto a negociar.

En estos gobiernos, los grupos medios alcanzaron protagonismo y hubo un crecimiento industrial importante, pero los demás sectores productivos fueron deficientes y aumentaba la inflación.

El mayor problema estuvo en el comportamiento de los partidos oficialistas. Se vio una especie de reedición del parlamentarismo. "Primero el Partido Radical y después la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, trataron de imponer a sus correligionarios Presidentes la orientación que debían darle a los gobiernos, marcar las pautas y conformar gabinetes", explicó.


Desintegración y Quiebre del Régimen

Los malos resultados de la gestión radical, beneficiaron a la Democracia Cristiana que ocupó el centro político. El problema fue que este partido no transaba y rechazaba toda posibilidad de acuerdo. "De cara al electorado se negó a ser el centro político e hizo gala de izquierdismo. Quería ser una alternativa a la izquierda marxista", planteó Millar.

Por su parte, la izquierda evolucionó a posturas más revolucionarias y aumentó su desconfianza respecto del sistema democrático y de la vía electoral como medio para alcanzar el poder. "El Partido Socialista se comprometió con la vía armada y el Partido Comunista mantuvo una actitud ambigua, porque no desautorizaba las tendencias violentistas de sus aliados y organización de grupos de choques paramilitares".

Los cambios de este sector se asociaron a los fracasos en las elecciones presidenciales y a la influencia de la revolución cubana. Además, la postura izquierdista de la Democracia Cristiana empujó a estas colectividades aún más hacia los extremos, señaló.

La derecha también se radicalizó –explicó– por la destrucción de las estructuras agrarias tradicionales y, sobre todo, porque la Democracia Cristiana le quitaba votos y atropellaba y responsabilizaba injustamente del atraso nacional. Esta última, se negó a asumir el papel de centro político y acentuó la polarización.

Con la Unidad Popular el sistema se aproximaba a su fin tras los intentos de imponer administrativamente un modelo de país sin contar con la mayoría necesaria en el Congreso, mientras sus partidarios recurrían a la violencia para impedir cualquier retraso.

Ante la ilegalidad con que actuaba el gobierno, la Democracia Cristiana debió aliarse con la derecha para defender los principios democráticos. Así desaparece el centro político y aumenta la polarización. No había ninguna salida constitucional.

"La rigidez del régimen establecido en la Constitución de 1925 hizo inviable la solución de la crisis y ésta terminó por arrastrarlo y destruirlo ante la mirada atónita del mundo internacional, que tenía la falsa imagen de que Chile era una democracia ejemplar", concluyó.


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